¿Cómo se puede trabajar con un solo día franco por semana?

¿Cómo se puede trabajar sin una protección adecuada?

¿Cómo se puede trabajar sin saber si somos positives o no al virus, con el riesgo de contagiar a les pacientes en el lugar de trabajo y también a nuestras familias cuando volvemos a casa?

¿Cómo se puede trabajar sin estructuras arquitectónicas adecuadas para la emergencia Covid19?

¿Cómo se puede trabajar sin una organización sistemática de les pacientes?

¿Cómo se puede trabajar sabiendo que van a hacer pocos hisopados porque son caros?

¿Cómo se puede trabajar sabiendo que los Dispositivos de Protección Individual que estoy usando son contados (y tal vez al usar “demasiados” mi colega no los tendrá)?

¿Cómo se puede trabajar con el ansiedad constante de que un solo pequeño movimiento equivocado me puede exponer al contagio?

¿Cómo se puede trabajar sabiendo que dos enfermeras se quitaron la vida por la carga emocional y sicológica causada por el Coronavirus?

¿Cómo se puede trabajar con directivas que cambian continuamente?

¿Cómo se puede trabajar sin apoyo psicológico?

¿Cómo se puede trabajar sabiendo que después de esta emergencia no cambiará nada en la sanidad pública?

¿Cómo se puede trabajar sin dignidad profesional y reconocimiento?

¿Cómo se puede trabajar escuchando que nos llaman héroes, mientras que de heróico, lamentablemente, hay muy poco?

Estas son problablemente las preguntas que, a diario, se amontonan en la cabeza de médiques, enfermeres, Oss, técniques y personal auxiliar cuando van hacia sus respectivos lugares de trabajo.

Para estes trabajadores no hubo y no podrá haber ningún STOP. Deberán seguir y seguir permanentemente. Combatir y combatir nuevamente. El gobierno ahora pide esto: un esfuerzo. Un esfuerzo para ganar la guerra con el Coronavirus y para volver todes a la normalidad. Pero tal vez la normalidad de la que tanto se habla no es una condición idílica para quienes hoy está en primera línea en los hospitales, en las clínicas y en las residencias para adultes mayores. Es absurdo pensar que el gobierno y el presidente Conte, entre una rueda de prensa a las 23 horas y un aplauso desde los balcones, se hayan dado cuenta, solo en el momento de necesitarlo, de la importancia vital de tener un buen sistema sanitario. De hecho, este gran esfuerzo lo piden quienes han tomado constantemente pésimas decisiones sobre nuestras vidas, especulando y comiendo, para después apelar al “sentido común” de quienes trabajan en los hospitales y en los otros establecimientos sanitarios. Parece absurdo, pero no lo es: después de años de reformas indecentes y recortes descriteriados, el único recurso de Italia para salvarse del Coronavirus es justamente la Sanidad Pública. Y quienes trabajan en la sanidad pública no es gente que da un paso atrás, porque cuando lo que está en juego es la salud de las personas, el paso atrás no lo puedes dar (aún cuando quisiéras hacerlo no podrías, porque las condiciones en las que trabajas son verdaderamente indecentes). Entonces, los turnos se alargan una hora tras otra, obviamente sin retribución extraordinaria, algunes enfermeres duermen en las residencias para adultes mayores, otres gastan una parte del sueldo para comprar mascarillas adecuadas. Es esto lo que está pasando a diario. Entonces, es por esto que cuando se habla de volver a la normalidad, falta entusiasmo. Una normalidad hecha de sueldos miserables (OSS pagades 3 euro por hora), turnos masacrantes, pocos reconocimientos profesionales y mucha carencia de material. Pero quien trabaja en el hospital, estas cosas las conoce más que bien. Y aún así a estas personas se les pide lo imposible: trabajar por horas, con turnos mucho más largos de lo normal, sudando frío por el riesgo a contagiarse y caliente por lo pesado de moverse y asistir le paciente con una suerte de “escafandra” encima (delantal, mascarilla, gorro, guantes, lentes). Y entonces les enfermeres transpiran porque ahora es precisamente así. Justamente porque ese paso atrás no se puede dar cuando tienes una unidad de cuidado intensivo llena de pacientes conectades al respirador. Pero la rabia y la insatisfacción crecen junto con el sudor y el cansancio. Entonces el presidente Conte puede quedarse tranquilo, el esfuerzo todes estes trabajadores lo están haciendo (¡siempre lo hicieron!). Pero ¿dónde está el esfuerzo de las instituciones? ¿Dónde están las mascarillas? ¿Dónde están los hisopados para todes les trabajadores de la salud? Pero sobre todo: ¿qué quedará cuando esta emergencia haya terminado? ¿Cuando el heroismo tan alardeado haya terminado y de nuevo haya mera cotidianedad? ¿qué será de les trabajadores que han luchado en primera línea contra el virus?

La sanidad pública no está necesitada de aplausos, sino de certezas concretas, cambios radicales y sobre todo de una inversión por parte de las instituciones que en estas semanas tanto celebran la importancia de lo “público”. Porque se sabe, la sanidad italiana es de las mejores del mundo. Quizás lo era. No creo que les trabajadores empeñades hoy en los hospitales tengan la misma opinión. ¿De verdad queremos decir que nuestro sistema es el mejor, mientras les enfermeres italianes tienen los sueldos más bajos de Europa?

Ahora les trabajadores de la Sanidad están comprometides en curar y cuidar, pero esperan impacientes el fin de esta emergencia para ver qué va a suceder. Para que no pase lo mismo que con los barbjijos descartables, tirados a la basura una vez terminado su uso. Estes no son trabajadores descartables.


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An Italian nurse

A nurse working in the Emilia-Romagna region of Italy.


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